lunes, 18 de mayo de 2020

Prefiero una muestra de respeto a una de cariño.. las dos juntas mejor




Sí, sin duda, elijo que se me respete a que se me muestre afecto.
El efecto podemos sentirlo por variadas personas, animales... podemos incluso encariñarnos con objetos.

El respeto lo reservamos para los que consideramos iguales.

Comprender que nuestra libertad, un derecho irrenunciable sin lugar a dudas, acaba justo donde comienza la libertad ajena...cuesta mucho.
Podemos sentir mucho afecto, ternura...incluso verdadero amor... por personas a las que con nuestro trato denigramos.

¡Y lo hacemos sin darnos cuenta! 
Nuestro mundo es Yo, lo que Yo pienso, lo que Yo creo.... y no nos pasa por la cabeza que los demás tienen sentimientos diferentes, tan válidos y dignos de ser respetados como los nuestros.

Solemos tener la piel muy fina, para detectar posibles ofensas que se nos hacen... y mucho más gruesa para las que afectan a los demás.

Podemos considerar que un comentario, tanto da que sea en público como en privado es gracioso, sin tener en cuenta cómo se siente quien lo recibe. Quizás nuestra gracia...solo nos haga gracia a nosotros y a alguna persona más tan insensible como nosotros.

Si la persona que lo recibe nos ama, se siente vejada, le duele, no comprende porque quien le ama le daña y avergüenza... puede traumatizarse por mucho tiempo...pero se lo traga... porque pesa más el amor que siente (o no le queda más remedio) que el daño recibido.
Pero el desprecio... las vejaciones... son como gotas de agua, una parece insignificante el daño que produce... muchas, acaban horadando la piedra más fuerte.  

Un comentario que sea considerado vejatorio por quien lo recibe, puede causar un gran efecto en su auto estima. 
Si quien nos ama nos trata así... quizás es que sea cierto.

Esta misma persona que nos trata con condescendencia o desprecio de nuestros sentimientos... en otras ocasiones nos colma de atenciones, y si nos cree en peligro no dudará en defendernos hasta las últimas consecuencias... pero no nos ve como un igual.

Lamentablemente, todos tenemos días buenos y días que no lo son tanto... y todos podemos caer en esta trampa...te amo pero hoy no no respeto.
Somos humanos, estamos aprendiendo... y esta es una lección muy difícil.

Si logramos tomar conciencia del menosprecio... da igual el tiempo que tardemos... podremos minimizar los efectos pidiendo sinceras disculpas y emplazandonos a no volver a cometer este error. 
Pero algunas veces el daño ya sera irreversible... y tendremos que aceptarlo... quizás perdamos el aprecio de la persona dañada... es el precio que hemos pagado por la lección aprendida. 

Siempre hay una segunda lectura... de hecho dicen que en todo hay tres lecturas... la tercera es para grandes sabios.

La segunda lectura seria... ¿porque me dejo avergonzar por otra persona? ¿porque no puedo pararle, decirle basta, me estas dañando?¿porque me dañan las personas a las que amo?
Evidentemente hay situaciones que son evidentes... los niños, por ejemplo, están indefensos ante estos ataques.
Nuestra sociedad no nos enseña mucho de respeto... es algo que se aprende en las batallas diarias.

La segunda lectura, nos hace comprender que quienes nos ofenden son grandes maestros... no conscientemente, por supuesto.

Todos tenemos un límite, como la piedra atacada por una sucesión de gotas de agua.
¿Cuantas gotas necesita cada persona para poder decir basta y rebelarse? ¿cuantas vegaciones ha de recibir para aprender la lección?no se puede decir un número exacto, depende de cada persona.

¿Cuando aprendemos a decir basta hemos superado la prueba de la autoestima? no siempre... podemos superar la prueba convirtiéndonos en personas que no respetan a los demás... o en personas que sí han aprendido a respetar y respetarse.
Podemos también pasarnos toda la vida sin  lograrlo.

Ya he dicho antes que es una lección muy difícil. 

Afortunadamente, la Vida, una profesora amorosa e incansable, nos irá colocando delante de situaciones y personas que nos ayuden a lograr que nos respetemos y respetemos. 

La Vida, que es eterna, no tiene prisa. La lección sera aprendida tarde o temprano...en esta vida...o en la que sea.

Cuando aprendemos a respetarnos (una de las consecuencias de aprender a amarnos) lograremos amar a quienes inconscientemente nos han herido, sentirnos agradecidos de la lección recibida... y alejarnos sin rencores.
Sufrimos, lo justo y necesario para aprender la lección. Una vez aprendida el dolor cesa... pero no se olvida.

Tu que estas leyendo estas lineas, puedes pensar que hay personas como las que describo, inconscientes del daño que provocan... pero que son buena gente y nos aman.

Pero que también conoces casos de personas que dañan conscientemente. 

No te engañes, esta visión de estas personas es solo en la primera lectura.

Si, hay personas crueles, vengativas, tiranas, carentes de empatía y respeto.
 Estas son los más grandes maestros. 
El motivo de tanta maldad puede estar en cómo fueron tratados en su infancia. Su reacción para sobrevivir a abusos... siempre hay un motivo, aunque lo desconocemos.  

Los grandes cambios se dan ante situaciones extremas, los tiranos caen... si se ha aprendido la lección no se repite la situación... si no se ha aprendido, es substituido por otro tirano.

Te he dicho antes que solo los grandes sabios pueden comprender tres lecturas en cada situación. Nos han dejado relatos que nos ayudan a comprender esta tercera lectura.
Voy a contarte un relato, no se el autor o autora... pero nos ayuda a ver un poco más allá.

Imaginate un dia en el cielo... perfecto en todos los sentidos, según nos explican todas las creencias. 
De pronto se escucha un llanto desolado

¿Qué ocurre? Todo el cielo se perturba.
Como en el cielo solo están las personas buenas, todas acuden en tropel para consolar a quien sufre.

No hay manera, el llanto no cesa, nadie logra que les explique el porqué de tanto desespero.
Es tanto el revuelo, que el mismo Dios acude.

-Dime, que quieres que yo te lo proporciono.
-No puedes- contesta el alma desconsolada.
-Soy Dios, yo lo puedo todo.
-No, en esto no puedes ayudarme- y continúa llorando desconsoladamente.

Al fin, fruto del cansancio y de todas las muestras de cariño, se explica así aquella alma tan apenada.
-Quiero experimentar el perdón sincero... y aquí, que todos sois perfectos, buenos, sabios, amorosos... no puedo. 

Todos se quedan callados, nadie tiene la solución a semejante dilema... ¿a quien perdonar sinceramente cuando no hay ninguna ofensa?

Entonces, una de las almas que habían acudido al reclamo de aquel triste llanto  le dijo:
-No te preocupes, deja de llorar. Yo te hare experimentar el perdón sincero. Solo espero que tu alma recuerde mientras te este dañando, que fuiste tu quien me lo ha pedido.

Esta realidad que vivimos es una gran escuela, mientras experimentamos las alegrías y tristezas diarias... aprendemos a amarnos y a amar... casi sin darnos cuenta.
Nada es fruto del azahar.  


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