A Galileo querían matarlo por defender su creencia de que la Tierra no era el centro del universo.
El hombre, que no tenia ningún interés en ser torturado y asesinado, se retracto, salvando así su vida. Al final de sus días, cuando ya se estaba muriendo por causas naturales, dijo la famosa frase de "y sin embargo se mueve"
Hoy, nos parece absurdo creer que la Tierra es el centro del universo.
Pero... cada uno de nosotros cree que él es el centro del suyo.
Todos somos los actores principales de nuestra vida... y los demás puros comparsas.
Da igual que seamos poderosos o insignificantes, que nos sintamos dichosos o desgraciados... todo lo vivimos en referencia a nosotros mismos.
Vamos ha analizar algo que muchas veces obviamos.
Nuestra mente, como ya esta demostrado por la ciencia, emite impulsos eléctricos a unas determinadas frecuencias, que forman campos de energía.
Cada pensamiento o palabra produce una vibración.
Basta con colocar nuestra mano muy cerca de nuestra boca cuando hablamos, para comprobar físicamente este hecho... lo de los pensamientos no es tan evidente... pero si te fijas... según lo que estés pensando será tu estado de animo... y tu cuerpo lo reflejará. Hombros caídos o mirada baja denotan problemas.
Resulta que no solo la mente emite vibraciones, todo el cuerpo en general, también.
Somos materia, un gran número de átomos con funciones específicas.
Un átomo consiste en un núcleo central... protones y neutrones, y un determinado número de electrones dando vueltas a su alrededor.
Todo movimiento produce vibración.
El cuerpo, en general, emite vibraciones.
Que, además de por su propio movimiento, están condicionadas por como nos sentimos en cada momento.
Nuestro cuerpo, de manera más o menos sutil, refleja siempre nuestros estados anímicos... esto ya se estudia en las universidades. Es el lenguaje no oral.
Lo que pensamos decimos y hacemos produce vibraciones. Consecuentemente provocan consecuencias.
Muchas veces no controlamos... es más, ignoramos las consecuencias que producen.
De entrada, si pensamos algo pero decimos y actuamos en desacuerdo con lo que pensamos... hemos de ser muy buenos actores para engañar a nuestros interlocutores.
El cuerpo nos delata físicamente... y los interlocutores, muchas veces inconscientemente... notan un algo que les advierte y desconfían.
Ese algo es la frecuencia de energía que reciben del otro.
El conjunto de todas nuestras emanaciones produce una determinada frecuencia vibratoria.
Las demás personas emiten las suyas, obviamente.
Cuanto más nos acercamos a otra persona, más interactúan nuestras frecuencias.
De hecho, no nos hace falta acercarnos físicamente... con el pensamiento ya nos vale.
Todos somos emisores y receptores de frecuencias de vibración... que modifican la otra frecuencia.
Mentir es un desgaste ingente de energía. Hemos de controlar nuestra apariencia y palabras en todo momento... o nuestra mentira se viene abajo.
Como todos, aunque sea de manera inconsciente, lo sabemos... nos intentamos proteger detrás de máscaras.
Muchas personas llegan a vestirse y maquillarse para este fin.
Ir a cara descubierta les hace sentir muy vulnerables... tanto por los posibles ataques externos, como por ser ellos los que atacan.
Pero al hacerlo entran en contradicción con ellas mismas.
Sus energías se desequilibran.
Aparece el estrés... y después otras enfermedades.
Es evidente que hay personas que nos atraen, otras nos son indiferentes y otras directamente nos repelen... instantáneamente.
Esto ocurre por la interacción de nuestros respectivos campos.
No se porqué pero no me gusta... por ejemplo.
No des por descontado que la otra persona es mala y que debes apartarla de tu vida.
Es una señal de alarma, que debe ser tenida en cuenta, pero hay que corroborarla.
Quizás esta persona está pasando un momento difícil... y quizá si profundizas puedes ayudarla.
Quizás al no rechazarla de plano, lo que ocurrirá será que vuestras energías, con la interacción, se armonicen y las dos os beneficiéis.
Cuando hay interacción entre dos campos magnéticos, nunca más volverá ha ser ninguno de los dos el mismo.
Nos influenciaremos más o menos, pero lo haremos.
Nuestro campo magnético es la suma de todo ... cuerpo, mente y estado emocional... más todo lo que hemos añadido cuando interactuamos con los demás.
También podemos desprendernos de vibraciones que comprendemos nos perjudican.
Y si ha esto le sumamos que todo lo que nos rodea... físicamente o electrónicamente... también nos afecta, creernos el centro del universo ya no es tan preciso.
Todos y todo estamos continuamente bajo la influencia de los campos magnéticos. Todos damos y recibimos continuamente.
Todos formamos un gran campo magnético.
Todos estamos hermanados.
Con nuestro nivel de conciencia actual, lograr comprender el efecto de nuestras y externas emisiones y de como nos afectan a nivel personal, es todo un reto.
Con lo ya aprendido podemos controlarlo en gran medida, con lo que desconocemos... la intuición nos protege en cierta medida.
A mayor frecuencia más armonía... a menor frecuencia más caos.
El amor puro es la frecuencia más alta... su antagónico no es el odio... es el nivel más bajo de amor.
Llamarle odio es solo para diferenciarlo claramente, para advertir de su peligrosidad.
Podemos aumentar nuestra vibración de amor... y bajarla. Pero nunca anularla completamente.
Somos amor manifestándose... y la energia ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Intentar manifestar amor cuando no se siente, es muy dañino.
La frecuencia que domina siempre es la intención primera.
Todo engaño a quien más perjudica es a uno mismo.
Crea un campo energético a su alrededor de bajas frecuencias... y consecuentemente los pensamientos palabras y acciones están condicionados por este campo de bajas vibraciones.
Amar y recibir amor... en todas sus manifestaciones, potencia y eleva la frecuencia de los dos campos magnéticos.
Quien ama, siempre gana.
Cuando dos campos de energía se atraen, la fuerza resultante es mucho mayor que la suma de las dos por separado. A mayor número de campos, más potencia.
Según sea la suma resultante de todas las frecuencias vibratorias, se potencian las bajas o las altas frecuencias.
El amor, manifestado en la unión de cuerpos y almas, desencadena una vibración tan poderosa que sentimos que nos trascendemos a nosotros mismos.
El orgasmo es la frecuencia vibratoria que más nos acerca a la plenitud, pero solo si es la unión de cuerpos y almas.
Cuando intentamos alcanzar este estado con la unión, solo de los cuerpos... el resultado es el desespero, la insatisfacción y la soledad.
Es un placer... y como todos los placeres... efímero.
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