Si, podíamos haberlo evitado. Sí, ahora comprendemos que la decisión que tomamos no era la mejor decisión. ¿Porqué la tomamos entonces?
Sencillamente porque la tomamos en el ayer y la juzgamos en el hoy. En el ayer nuestra decisión fue la mejor decisión porque reflejaba exactamente quienes somos...como somos y hasta donde hemos aprendido. Debido a que aquella experiencia se sumo a todas las que ya acumulamos, ahora hemos aprendido un poco más.
¿No nos gusta quienes somos? ¿No nos gusta como somos? ¿No nos gusta lo que sabemos? Bueno, no es tan malo. Ya sabemos lo que no nos gusta...y eso es indispensable para poder mejorar.
Renegar de nuestros errores no nos beneficia precisamente. Renegar de ellos significa que no nos aceptamos, que no nos amamos, que somos cobardes...y que si decidimos esconderlos del mundo, vamos a estar en continua tensión para no ser descubiertos. Renegar de nuestros errores nos debilita.
¿Qué ocurre si los aceptamos? Demostramos tener valor, tenemos la posibilidad de pedir perdón y remediar en lo posible el daño causado, reconocemos nuestra ignorancia y manifestamos humildad, no tenemos que ir fingiendo lo que no somos y nuestra auto estima y libertad se acrecientan. Aceptar nuestros errores nos fortalece.
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