En el camino de la vida podemos distinguir diferentes tramos. Hay una parte del tramo que lo andamos inconscientemente, nos dejamos llevar por las circunstancias externas... es nuestra zona de confort, aunque sea un verdadero suplicio, porque es un tramo que conocemos.
Un día, no sabemos exactamente porque, dejamos de sentirnos cómodos... comenzamos a desear contemplar un nuevo paisaje.
Pasa algún tiempo.
Para unos la necesidad desaparece...y para otros se hace más acuciante.
A estos últimos, desde su percepción, la necesidad del cambio provoca que tomen un nuevo camino. Un camino que les aleja de su zona conocida...pero aceptan el reto.
De hecho no han tomado un nuevo camino, simplemente...andando andando han llegado a un nuevo tramo.
Los primeros, los que se han tranquilizado...o no...pero han decidido continuar con lo conocido... o bien lo olvidan por un cierto tiempo... o bien se sienten acobardados y furiosos con ellos mismos por no atreverse a marcharse.
¿Qué ha ocurrido?
Son los primeros unos cobardes o gandules y los otros unos héroes?
No.Nada de esto.
Sencillamente nosotros, al igual que cualquier fruto que pasa por diferentes etapas, maduramos cuando es el momento...no cuando nosotros queremos. De hecho cuando queremos es porque es el momento y nos nace la necesidad.
Para lograr dar un paso que nos aterrorizaba...hemos primero de haber andado todos los pasos que nos han preparado para darlo. Cuando lo damos, muchas veces nos maravillamos de lo fácil que ha acabado siendo. Fue peor el deseo de darlo y no atrevernos al paso en si.
No hay que culparse por nada, no hay que esforzarse por nada...todo llega cuando ha de llegar.
Es nuestra percepción la que marca la diferencia. Cuando hemos madurado lo suficiente reunimos el valor, el coraje, vemos mucho más claro el camino... mientras tanto toca esperar. primero de manera inconsciente y después anhelando el cambio.
Aún cuando nos sentimos perdidos estamos en el camino. Nuestros pies reposan en un tramo de nuestro camino por desconocido que nos parezca o por niebla que nos ciegue.
En momentos así... lo prudente es sentarse y esperar a que amaine... a que recuperemos fuerzas. Lanzarse a la desesperada hacia uno u otro lado no nos librara de seguir en nuestro camino...pero muy probablemente nos provocara mucho dolor.
Muchas veces cuando estamos en reposo alguien, algo... o nosotros mismos nos ayuda. Serenidad en la adversidad es una muy buena medicina... que solo esta al alcance de los que ya han logrado comprenderlo ¡la vida es así! no hay atajos.
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