jueves, 25 de septiembre de 2014

respeto a la intimidad


Tres personas que pasaban en una pequeña caravana vieron a un hombre que contemplaba el atardecer en el desierto del Sahara, desde lo alto de una montaña.

- Debe de ser un pastor que perdió una oveja y procura saber donde está – dijo el primero.

- No creo que esté buscando nada, y mucho menos a la hora de ponerse el sol, cuando la visión se hace confusa. Creo que espera a algún amigo.

- Estoy seguro de que es un hombre santo, en busca de la iluminación – comentó el tercero.

Comenzaron a comentar lo que el tal hombre estaría haciendo y tanto se empeñaron en la discusión que casi terminan peleándose. Finalmente, para decidir quien tenía razón, decidieron subir a la montaña e ir a hablar con él.

- ¿Está usted buscando su oveja?- preguntó el primero.

- No, no tengo rebaño.

- Entonces seguramente espera a alguien – afirmó el segundo.

- Soy un hombre solitario, que vive en el desierto – fue la respuesta.

- Por vivir en el desierto y en la soledad, es usted un santo en busca de Dios, y está meditando – dijo, contento, el tercer hombre.

-¿Es que todo en la Tierra necesita tener una explicación? Pues entonces me explico: estoy aquí solamente mirando la puesta del sol.

Muchas veces nos dedicamos a especular sobre las demás personas olvidando que todos tenemos nuestros motivos para hacer lo que hacemos y que no son de nuestra incumbencia los ajenos. Los tres hombres llevados por su afán de tener razón y la curiosidad, interrumpieron, sin haber sido invitados,la serena calma del cuarto hombre que buscaba unos momentos de recogimiento y abstracción ante la belleza del ocaso.
Algo tan sencillo ni se les paso por la cabeza.



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