martes, 4 de noviembre de 2014

¿Quieres decir que viviré otra vez?


Amy tenía nueve años, casi diez, y se había enamorado de Kris la primera vez que lo vio. Tenía el pelo largo y rubio, los ojos azules y la cara de un ángel. Amy fue víctima de distrofia muscular a la edad de seis meses. Sus piernas iban rodeadas de anillas de acero y no podía caminar sin muletas. Para desplazarse tenía que adelantar sus muletas, llevar las piernas hasta una posición de equilibrio y, luego volver a adelantar las muletas. Desplazarse era un lento proceso para Amy, pero rara vez se quejaba. Intentaba seguir a Kris a todas partes que fuese, y normalmente lo lograba.

Amy siempre gozaba yendo a casa de sus abuelos por los pájaros azules que anidaban en el patio trasero. Fred había construido antes varios nidos de pájaros para ellos, y una vez se establecieron, regresaban todos los años. Amy solía sentarse sobre la hierba en el patio trasero durante horas, para verlos entrar y salir volando de sus nidos.

Cuando Julie y su familia llegaron, Amy se sentó sin moverse unos diez minutos, después preguntó si podía salir al patio para ver los pájaros azules. Kris dijo que deseaba llevarla con él al patio. Levantó a Amy con su brazo derecho, cogió las muletas y la sacó fuera, por la cocina, bajando los peldaños que conducían al jardín.

A la sombra de un enorme roble, Amy se sentó con su vestido amarillo y contempló los nidos de los pájaros azules, esperando que entraran o salieran. Kris se tumbó sobre la espalda con una larga paja de hierba en la boca, mirando a través de las ramas del árbol.
Por encima del tejado del garaje vino una docena de mariposas revoloteando, dibujando una forma circular.

-Ah, mira Kris- gritaba Amy entusiasmada-mira las bonitas mariposas. Oooh, nunca he visto unas mariposas tan cerca. Son tan hermosas y tan diminutas.

Observando las mariposas volar por el patio, Kris explicaba tranquilamente a Amy:- ¿Qué tal si les pides que vengan a verte? No tienes que hacerlo con palabras, díselo con la mente y el corazón y te oirán. Diles que las quieres, que son hermosas y que no les harás daño. Y, si de veras sientes lo que dices, vendrán a ti. Sólo extiende tus brazos para que tengan un lugar en el que posarse.

Amy miraba a Kris con expresión de duda en su rostro, sin embargo su corazón se llenó de confianza cuando extendió los brazos. Kris podía ver sus labios moverse levemente mientras hablaba a las mariposas. Estas se acercaban cada vez más y, de inmediato, todas ellas se posaron en los brazos extendidos de Amy.

-¡Lo han hecho, Kris!- Amy susurraba nerviosamente-¡Lo han hecho!
-Ya te lo he dicho, Amy.
Después vinieron del garaje, de las vallas, y de la casa, y atravesando el patio, mariposas amarillas, azules, a rayas, blancas. Venían por docenas, y se posaban en los brazos, los dedos de las manos, el pelo y las piernas de Amy. Se adherían al vestido y descansaban en sus zapatos. El aire estaba lleno de mariposas. Ella se reía a carcajadas de un modo incontenible, y las mariposas reían con ella.

-¡Mírame, Kris! ¡Míralas a mi alrededor!- decía Amy, mientras agitaba los brazos con movimiento circular y oscilante. Cuando movía los brazos, algunas perdían el equilibrio, revoloteaban y, después volvían.
-Kris se incorporó despacio y dijo:
-¿Y los pájaros azules? ¿Te gustaría verlos también?
-Oh, sí, sí, sí- exclamó ella emocionada.

Kris extendió los brazos y de los nidos venían pájaros azules, treinta pájaros azules que volaban tan deprisa como podían. Se posaban en sus brazos, hombros, cabeza y manos.
Y allí se sentaron, riendo y jugueteando con los pájaros azules y las mariposas que volaban entre ellos y se posaban sobre sus cuerpos.

Julie entro en la cocina en busca de agua. Tomó un vaso del armario, fue al fregadero y lo lleno de agua. Mientras se llevaba el vaso a la boca, miro por la ventana y vio a Amy y a Kris sentados en la hierba, rodeados y cubiertos por lo que parecían cientos de pájaros y mariposas. Julie quedó sin aliento mientras apartaba el vaso de sus labios y lo dejaba en el fregadero. Se encaminó a la puerta trasera y bajó las escaleras lo más rápidamente que la llevaban sus piernas. Cuando se acercaba, Kris la miró, frunció los labios y dijo suavemente.
-Shhhhhh silencio.

Amy exclamó:- ¡Mira, mamá, mira los pájaros y las mariposas! ¡Míralas, mamá! ¡Me quieren!

Julie se sentó en la hierba a unos tres metros de distancia, con la boca abierta de asombro, sin dar crédito a sus ojos. Kris la miró con una sonrisa en sus ojos mucho mayor que la de su rostro. Julie no podía hablar.

Durante cinco minutos más Julie observó  cómo ambos estaban rodeados por ese encanto revoloteador. 
Por último, Amy dijo:- Kris, se me están cansando los brazos. ¿Cómo haré para que se marchen?
-Sólo tienes que darles las gracias por venir, por compartir su hermosura y su amor. Diles que ya pueden seguir su camino.
Kris y Amy les dieron las gracias con sus mentes y sus corazones y, tan deprisa como habían venido, se marcharon.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¿Los has visto?- Preguntó Amy emocionada. Julie asintió con la cabeza, aún demasiado sorprendida para decir nada.

-¿Cómo lo hicieron, Kris?- preguntó Amy- ¿Cómo sabías tú que vendrían?
-Un poco de amor verdadero va muy lejos, Amy. Todas las cosas responden al verdadero amor.
-¿Quieres decir que cualquier animal vendrá a mí?- Amy pregunto  más emocionada aún.
-Desde luego, y no te harán daño. No importa que sea una serpiente de cascabel, un león, un tigre, un oso, lo que sea. Todos vendrán y te amarán como las mariposas y los pájaros. Mientras sepan que lo les harás daño y que sólo deseas disfrutar de su compañía, todos vendrán. Si un animal no viene, o tarda en hacerlo, es porque ya ha tenido alguna mala experiencia con un ser humano. 
Pero, pronto vendrá. Al final, todo debe responder al amor- 

Kris se detuvo unos segundos, luego dijo con una voz que reflejaba mucha madurez-: Supongo que lo más difícil de conseguir que responda al amor es la gente. Somos siempre muy suspicaces sobre el por qué alguien es muy amable con nosotros o se preocupa por nosotros. Pero, finalmente, llegamos a aprender de qué se trata.

Amy adoptó una expresión de desconfiada incredulidad y preguntó: -¿Quieres decir que hasta un animal salvaje, como un oso, que va por ahí destrozándolo todo vendría a mí y no me haría daño?
-Ah, con el tiempo lo haría. Algunas veces los animales se enfadan y resultan un poco más difíciles de tratar que otros. Pero, lo que normalmente sucede es que, cuando están más cerca de responder al amor, nos asustamos, y cuanto más se acercan más nos asustamos, y muy pronto estamos aterrorizados, luego se aterrorizan ellos, y quien sabe que pasará después.

Julie escuchaba interesada en lo que Kris estaba diciendo, pero sin creerlo realmente. Era una bonita historia moralizante para una jovencita, pero no beneficiosa para un adulto.

Kris miraba el rostro inocente de Amy, una niñita llena ya de amor, y continuó:- ¿Sabes, Amy? Dios nunca crea nada imperfecto. Un insecto puede comerse un capullo de rosa, o un gusano comerse un tomate, pero cuando ambos fueron creados, eran perfectos. Y los gusanos y los insectos también son creaciones perfectas. Lo que esto significa es que todo debe vivir en armonía con todo lo demás.

Amy dejó caer levemente la cabeza y miró sus piernas, cuyo diámetro alcanzaba poco más de tres centímetros, cubiertas de anillas de acero y correas de cuero.
-¿A mí no me hizo Dios imperfecta?
Kris miró más de cerca a Amy.- ¿Crees que Dios haría una de sus más magnificas creaciones imperfecta? El nunca haría eso. Él nos dio vida perfecta y somos nosotros los que hacemos que ocurran cosas indeseables. El Dios que yo conozco nunca haría  algo que hiriese a nadie.

-Bueno, y ¿qué he hecho yo para que hiciera mis piernas así? Mamá dice que mis piernas siempre han sido así.
-Amy, hay muchas cosas que aprender mientras estamos en esta tierra. Tantas, que en realidad, que no hay tiempo suficiente para aprenderlas todas en una vida. Por eso, hemos de vivir aquí muchas, muchas veces para aprenderlas todas.

-¿Quieres decir  que viviré otra vez?- dijo Amy, sorbiendo la nariz de nuevo.
-Sí, y ya has vivido muchísimas veces, pero no las recuerdas. 
Mira, todo vive una y otra vez. Mira la manzana. Crece en el árbol, cae al suelo, se pudre, las semillas echan raíces y vuelve a vivir la misma manzana. Ves, todo muere y vuelve a vivir. 

Pero Amy, nosotros somos más que manzanas, un animal o una planta, y hacemos más que sólo comer y crecer. Nuestras vidas afectan a las vidas de los demás y todas esas cosas que  les hacemos, y que nos hacen a nosotros. Por eso, cuando morimos en esta tierra, como tu abuelo, nosotros, o nuestra alma, vamos a un lugar y, en cierto modo, revivimos nuestra vida, mirándola para ver lo que hicimos mal y lo que hicimos bien. Aquellas cosas que hicimos mal tendremos que volver a vivirlas en otro tiempo. Y, con ilusión, la próxima vez intentaremos hacerlas correctamente.

Amy estaba inmersa en lo que Kris estaba diciendo. Sentada completamente inmóvil, escuchando atentamente para no perderse ni una palabra.

Kris continuó. – Mira, si matamos a alguien, en alguna otra vida, pues, otra persona nos matará a nosotros. Si hacemos daño a la gente, nos harán daño a nosotros. Es muy sencillo. Pero, hay un modo, cuando hacemos algo malo, de no tener que sufrir lo que hicimos al otro, y es aprender mientras estamos aquí en la tierra que lo que hicimos estaba mal. Y si comprendemos que estábamos equivocados, después de haber hecho algo, y no lo volvemos a hacer, o alguna otra cosa similar, entonces no tendremos que sufrir, porque lo que hemos aprendido ha cambiado nuestras vidas. 
Por eso lo importante es aprender en todo lo que hagamos.  Y una vez que hayamos aprendido todas las cosas que hay que saber sobre el amor, entonces no tendremos que volver aquí…a menos que lo deseemos. 
Mira, después que hayamos aprendido todas las lecciones de amor, seremos libres de elegir: bien continuar nuestro aprendizaje en otros lugares lejos de la tierra, o bien regresar aquí y ayudar a los que amamos para que aprendan su lección. Y, a veces, las almas están tan llenas de amor que continúan regresando para ayudar a otros y compartir y estar con aquellos a quienes amamos profundamente.

Amy miró de nuevo sus piernas; luego preguntó:-¿Qué dijiste antes sobre hacer daño a la gente?...¿quieres decir que yo hice en alguna ocasión daño a las piernas de alguien?.

Kris la miró directamente a los ojos:- Sí, creo que lo hiciste, y que por eso estás así hoy.

Julie se enfureció interiormente porque veía que Amy se estaba preocupando, estaba incluso un poco asustada. Ella deseaba pedir a Kris que dejara de hablar, pero las palabras no encontraban articulación en su boca y se vio obligada a permanecer sentada en silencio. Hacia esfuerzos por moverse, pero no podía.

La cara de Amy era alargada y estaba desfigurada. Ella le preguntó a Kris: -¿Sabes qué le hice yo a alguien hace mucho tiempo?...Me refiero a sus piernas.

Kris extendió sus manos y cogió las de Amy, el diario físico en el que podían leerse las experiencias pasadas de su espíritu. Él pudo decirle que su espíritu había vivido más de trecientas veces y que estaba a punto de finalizar sus viajes de existencias. Las manos de Amy llenaban la mente de Kris con muchas visiones de sus vidas pasadas y rápidamente él se centró en lo que Amy le había preguntado.

-Amy, hace algo más de dos mil años fuiste un soldado del ejército romano. Eras muy valiente y luchaste en gran número de batallas. Tú y otro soldado erais amigos y estabais próximos uno del otro. Luchasteis uno al lado del otro en muchas batallas. En una batalla, un soldado enemigo mató a tu amigo y perdiste la razón por completo. Tomaste tu espada y le cortaste los muslos golpeándole por detrás de sus piernas. Pero no le golpeaste una sola vez, sino una tras otra, repetidas veces, cortando sus piernas a pedazos…

Julie gritaba interiormente a Kris que parase de hablar, pero no podía ni hablar ni moverse. Algo en su interior la mantenía prisionera donde estaba sentada.

-…Y como resultado de lo que hiciste, ese hombre no pudo volver a caminar. No le mataste físicamente, sino en su interior, en su corazón y en su mente. El hombre perdió su dignidad y su orgullo. Tuvo que arrastrarse y ser transportado a todas partes donde iba, y se llenó de odio y de amargura. 
Mira, Amy, morir en el cuerpo físico no es tan malo, pero morir por dentro es una de las muertes más deplorables  que una persona puede sufrir.

Las lágrimas brotaban de los ojos de Amy. Sonaba la nariz y se enjugaba las lágrimas con la manga de su vestido.
-¿De verdad hice eso, Kris?- preguntó ella, intentando contener las lágrimas.
-Sí, lo hiciste. No te lo habría contado si no hubieses preguntado… ¿Has aprendido algo con ello Amy?
-Ah, sí, sí, sí, Kris. Yo nunca jamás volvería a hacer daño a nadie. De ninguna manera, nunca- dijo Amy con voz llorosa y sincera.

Kris volvió a coger sus manos. –No hacer daño significa algo más que sólo no herir físicamente a alguien. 
Mira, nuestro cuerpo puede curarse la mayoría de las veces. Son nuestras palabras y nuestras obras las que producen el daño. Por eso, no herir también significa no decir cosas mezquinas e innecesarias. ¿Comprendes eso?

-Ah, sí, Kris, si lo comprendo- dijo Amy nerviosamente. Y, mientras hablaba, sus manos reflejaban el crecimiento que ella acababa de experimentar.

-Bueno, Amy, eso es lo que importa, que aprendamos de ello- dijo Kris acercándose más a las piernas de Amy- Amy, voy a levantarte un poco el vestido y quitarte las abrazaderas de las piernas… ¿vale?

-¿Por qué, Kris? ¿Por qué?- pregunto Amy con voz asustada, casi temblorosa.

-Bueno, ahora que has aprendido lo que hiciste mal ya no hay razón para que sigas llevando esas cosas. Ahora serás capaz de caminar sin ellas.

Julie en su interior gritaba a Kris que se detuviese, que dejase a la chiquilla tranquila, que todo esto había ido demasiado lejos, pero seguía sin poder moverse ni decir nada.

Mientras Kris deshebillaba las tiras de cuero, continuaba hablando.

-Amy, ¿sabes quién era aquel hombre a quien heriste?
-No- dijo Amy observando nerviosamente cómo Kris le quitaba sus abrazaderas.
-Bueno, él te ha perdonado, y hoy te ama muchísimo. Hoy esa persona a quien hiciste daño es una mujer, igual que tú, y te diré quién es- dijo Kris mirando a Amy- es tu madre.

 Te quiere tanto que desea estar contigo para ayudarte en tu sufrimiento…pero ahora, todo ha terminado- dijo él desatando la última tira.
Kris sacó el primer brazalete. Al hacerlo, pasó la mano por la pierna izquierda de Amy. Luego, la pierna derecha. Amy miraba fijamente sus piernas mientras Kris recogía los brazaletes y los tiraba a un lado.
Kris volvió a sentarse, luego dijo con cierta autoridad en su tono de voz, todavía sereno y compasivo:- Ahora, levántate y anda, Amy.

-Ayúdame a levantarme, Kris- exclamo, Amy.
-No. Si vas a andar, levántate y hazlo tú sola. Desde este momento nunca necesitaras ayuda de nadie para caminar.

Amy se encorvó sobre su estómago y se irguió, sosteniéndose sobre las rodillas como estaba acostumbrada a hacerlo con los brazaletes. Luego, cogió su pierna izquierda y la levanto, haciendo que el pie izquierdo descansara en el suelo. Después hizo lo mismo con el pie derecho.
 ¡Estaba en pie por si sola! Se volvió y miró a su madre. 
Julie se levantó. Amy dio un paso hacia su madre, luego otro, y otro más.

-Mamá, mamá- gritó- ¡Puedo caminar! ¡Puedo caminar!

Dio cuatro pasos más y Amy y su madre se abrazaron. Las dos sollozaron, las lágrimas corrían por sus caras mientras Kris, impávido, se ocupaba de desmontar las muletas de aluminio de Amy.
del libro  PAJAROS AZULES- David W. Frasure  Libro que recomiendo fervientemente.


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