Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que
trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día su hijo le dijo:
-Padre, qué desgracia, se nos ha ido el caballo"
Su padre respondió: -Veremos
lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro
caballo. Unos días después, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste,
no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se
quebró una pierna.
-Padre, qué desgracia, me he roto la pierna.
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
-Veamos lo que trae el tiempo...
El muchacho se lamentaba cada día, por su obligada falta de
movilidad, por la fractura de su pierna . A los pocos días pasaron por la
aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Fueron
a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo
dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la
desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que hay que darle tiempo al
tiempo, para ver si algo acaba siendo malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo
chino es que la vida da muchas vueltas, y su desarrollo es a veces tan
paradójico, que muchas veces lo que parece malo luego resulta bueno, y al
revés.
Hay que saber esperar, y sobre confiar en Dios, porque todo es para bien.
¡Cuántas veces los juicios apresurados e impacientes, impiden ver más alto
y más lejos!
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