miércoles, 20 de marzo de 2024

 

El alma siente, la mente razona

Se que la muerte no es el final

Es el inicio de una nueva etapa, de un nuevo ciclo... al morir solo dejamos el vehículo que hemos usado para desplazarnos .

Esto no lo hace, cuando asistimos en el proceso, más fácil.

He acompañado a cuatro familiares en el momento de su muerte.
Todas las veces me he dicho... por favor no te derrumbes, no puedes permitírtelo.
Quienes habéis pasado por esta experiencia sabéis que hay momentos en que esto es muy difícil. Es un honor... pero también es un suplicio.

Si, ha sido muy duro... al igual que ver impotente el sufrimiento evitable en el mundo. No entiendo como pueden soportarlo personas que solo se creen un cuerpo y una mente perecederos.
Hay un momento, en el tramo final de estas vidas, que lo único que deseas, fervientemente, es que se les acabe, no puedes más.
Y al mismo tiempo sabes que, cuando ocurra ese instante, porque es eso... un instante, ya no estarán, ya no responderán. Se han ido.

Es mi alma, si, MI ALMA, la que siente este dolor... no es mi mente. Mi mente razona, mi alma siente.
Aunque sepa que no es un adiós si no un hasta luego, duele.


Es en momentos como este que solo nos reconforta un abrazo... es un compartir el dolor y sujetarnos para no caernos... aquí no valen regalos u otros placebos.

Sigo a muchas personas, de diferentes disciplinas, que corroboran mi creencia... mi percepción... mis experiencias. Desde diferentes puntos de vista narran la misma certidumbre... solo que no exactamente.

Me gustaría saber con certeza todo el proceso... porqué cada una de estas personas lo cuentan según las suyas propias, y por ello parciales, experiencias.
Es como un puzle, al que le faltan y le sobran piezas.

Vivir enfocado en la materia es un no vivir. Da igual que nos motiven objetivos materiales o mentales.
Son solo diferentes maneras de llenar el tiempo. Siempre, entre placebo y placebo asoma el alma... y sientes que te falta algo, que todo lo que posees no te llena... pero no sabes que es.
Y lo tienes tan cerca... solo has de dejar de mirar hacia fuera... y mirar hacia dentro.

Cuando te reconoces habitando un cuerpo... un avatar, que te permite inter actuar con este entorno... la vida si tiene sentido... vives no sobrevives. Pero no desaparece el dolor.
Te descubres saboreando todo lo que te rodea, saboreando las relaciones que mantienes con otras personas, recreándote en la naturaleza... en todo lo bello...que esta por todas partes, disfrutas de ti mismo... hay comprensión... no miedo, te sientes agradecido.
Pero si hay dolor... es el sentir... el percibir el dolor ajeno. Sentir su miedo, su congoja, su soledad, su impotencia, su desespero... por no poder ver el mundo como tu lo percibes. Sencillamente no lo ven... pero lo anhelan.

Ves como los más perdidos dañan y se dañan... y el mundo, hoy, es un lugar de dolor, destrucción, avaricia... un sinsentido.
Algunas veces, su dolor te arrastra y momentáneamente te pierdes.

Tenemos todos la capacidad de amar, de compartir, de ser generosos, justos, solidarios, valientes, respetuosos... pero tenerla no significa usarla.
Estamos en una escuela... y se nos enseña a usar nuestras capacidades. Sin prisa pero sin pausa, a todos se nos enseña.

No, la muerte no es el final. La muerte es el comienzo de un nuevo ciclo.
Lloramos la perdida de los que se marchan, porque olvidamos que solo es un hasta luego.

Ellos ya terminaron su aprendizaje, nosotros estamos en ello.

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