Hubo hace tiempo un rey de España que se enorgullecía mucho de sus antepasados... y que era conocido por su crueldad con los más débiles.
Cierta vez, caminaba con su comitiva por un campo de Aragón, donde, años antes, había perdido a su padre en una batalla, encontró allí a un hombre santo revolviendo en una enorme pila de huesos.
-¿Qué estás haciendo ? - preguntó el rey.
- Honrada sea Vuestra Majestad - dijo el hombre santo. - Cuando supe que el rey de España venía por aquí, decidí recoger los huesos de vuestro fallecido padre para entregároslos. Sin embargo, por más que los busco, no consigo encontrarlos: son iguales a los huesos de los campesinos, de los pobres, de los mendigos y de los esclavos.
Tendríamos todos que recordar esta historia cuando nuestra soberbia se dispara. Todos somos iguales, no hay distinciones de raza, religión o estatus. Nacemos y morimos todos igual y con el tiempo no se nos distingue en nada por "especiales" que nos hubiésemos creído.
Todo lo que tenemos es temporal...y muchos olvidan que aunque solo es temporal... se nos pedirán cuentas de como lo hemos usado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario